¿Ser bonita, divorciada o colombiana puede ser motivo de discriminación laboral?, ¿rechazar el trago en reuniones de trabajo puede llevar al bullying?
Navegar la diferencia
Quizá en silencio y con un largo suspiro, muchas mujeres tendrán la respuesta obvia a una realidad que se da en distintos ámbitos, tanto el personal como el laboral y, también, desde tempranas edades, en el colegio, las fiestas y los encuentros sociales con amigos.
Con frecuencia, el mundo empresarial le apuesta a exigentes ideas de perfección, que se expresan en forma de cifras, estadísticas y perfiles. Pero en realidad, lo valioso está en apreciar los corazones reales, las personas genuinas que nos permiten crecer en autoconocimiento e interacciones positivas con los demás. Solo “somos” si existe conexión con el otro en términos de miedos, alegrías y metas. La confianza es clave para hacer equipos y lograr el anhelado éxito.
Enfocarse en el individuo y no en el negocio exclusivamente, revela que el profesional “diferente” debe sortear varios obstáculos para progresar en medio de una burbuja corporativa que muestra a todos los trabajadores de una manera similar.
Diálogo y consenso
¿Y cómo podemos prolongar este enfoque cuando la diversidad se impone como la impronta propia de cada individuo? Hoy es imposible negar su importancia en el mundo. La gente quiere ser lo que es. Los adultos y jóvenes de la generación millenial y centennial, se caracterizan por su posición abierta a la diversidad; están comprometidos con una vida sin prejuicios y son fieles a sus convicciones. Además, las redes e internet han contribuido a romper con paradigmas tradicionales y a destacar muchas opiniones y acciones que antes eran impensables para muchos.
Lo cierto es que a lo largo de la vida y de diversas formas, juzgamos a otros de manera injusta. Tomar consciencia al respecto, supone entender que la discriminación no sólo la viven las mujeres por su género, sino también por atributos como la edad, la clase social, la raza, la preferencia sexual, la discapacidades físicas o mentales, la posición política y hasta la religiosa.
Este darse cuenta podría resumirse en una manera de actuar y en una frase: “navegar la diferencia”. Y es que tendemos a conectarnos con personas que piensan como nosotros y, por ende, a alejarnos de la oportunidad de involucrarnos con quienes, argumentativamente, piensan distinto. Estar en desacuerdo no está mal, siempre y cuando se abra la puerta al diálogo. Los problemas surgen cuando no encontramos espacios para buscar consensos.
Por eso creo firmemente en la necesidad de generar conciencia sobre la desigualdad y desarrollar la inteligencia necesaria para navegar en una sociedad que se reconoce cada día más diversa.
En mi blog te compartiré mis aportes para desarrollar capacidades de comprensión que nos permitan alcanzar objetivos comunes como sociedad y en el ámbito interpersonal.
¡Te invito a que descubras, por qué me declaro embajadora de la conciencia diversa!